Cuando decimos que una persona o un hecho recibe una crítica, muchas veces lo asociamos con algo negativo, que puede generar enojo en el otro o cierta sensación de incomodidad. Ahora bien, hay muchas cosas a tener en cuenta a la hora de analizar esa actitud escéptica ante la vida.
Al momento de hablar de las acciones de otras personas nos estamos posicionando en un lugar de poder o de jerarquía moral. Desconociendo además todo lo que lleva a esa persona a realizar un hecho y analizando más bien el resultado final, en una suerte de “blanco o negro” y dejando de lado los procesos que son igual o más importantes que su conclusión.
Hay proyectos que empiezan pero nunca llegan al resultado esperado y nos enseñan mucho más que los que sí lo logran. En toda esa etapa nos encontramos con distintas opiniones o personas que, por su forma de ser, nos presentan críticas constantes a lo que estamos llevando a cabo. Eso, en un punto puede desafiarnos a mejorar y en otro aspecto puede representar una “piedra en el zapato”, que desgasta o entorpece el camino que debería ser disfrutado como un “todo”.
A veces son detalles invisibles, pero con impactos enormes en el otro. No a todas las personas les afecta igual la opinión de los demás y es bueno poder percibirlo y dejar de hacerlo de ser necesario, a eso podemos llamarle empatía o “tacto”. Considero que sin dejar de respetar nuestra esencia podemos ponernos mínimamente en el lugar de otra persona o detectar si se siente molesto por una actitud nuestra.
Según su definición, la crítica es “un conjunto de opiniones o juicios que responden a un análisis y que pueden resultar positivos o negativos”. Está claro que el concepto en sí hace alusión a algo que representa una dualidad, y exige una decisión concreta de calificar algo como bueno o malo sin presencia de matices.
Ahora bien, en la vida no son todos grises y hay situaciones que exigen tomar postura sobre las cosas, eso está claro. Pero cuando intervienen otras personas y estamos analizando su comportamiento ante ciertas situaciones me parece que es mucho más complejo. Si hablamos de nosotros mismos lo considero valioso y enriquecedor en su justa medida poder tener una autocrítica y una búsqueda de mejora. Pero al momento de intervenir en la conducta de los demás, estaríamos hablando más de nosotros que de ellos.
Hay quienes dividen la crítica como constructiva o destructiva para diferenciar la intencionalidad. Yo pienso que incluso una crítica que intenta ser constructiva en un momento inapropiado puede ser destructiva. Digo esto, no poniendo en discusión la propia acción de criticar sino el contexto, la repetición y los momentos. Si una persona siempre te está marcando los errores, cuando vos no le diste lugar a que lo haga, no hace más que generar negatividad.
Considero que si uno comparte algo con otra persona está expuesto a críticas todo el tiempo y eso es entendible. En la tarea de quienes nos dedicamos a la escritura, el periodismo o el arte es moneda corriente y forma parte de ese nivel de exposición. En profesiones ligadas a las ciencias exactas no hay lugar al cuestionamiento. Y el trabajo que realiza cualquiera de esas personas es analizado con otros parámetros.
Todo lo que nos ayude a construir algo mejor es válido y necesario para nuestro crecimiento. Pero hay una gran diferencia entre eso y la negatividad vista como forma de vida en el que la queja por algo que no está a nuestro alcance se transforma en una rutina, un hábito que mal llevado nos aleja de lo que somos.