viernes, 7 de agosto de 2020

Más allá de la rutina: pensar lo que hacemos y porque lo hacemos

Siempre me generó inquietud el concepto de rutina, podría decir que tiene una connotación negativa de por sí. Por ejemplo cuando una persona se va de vacaciones, dice: “me escapé unos días de la rutina” o “estoy cansado de la rutina”. Hay personas que a lo largo de su vida repiten ciertos hábitos cíclicamente, se levantan a la misma hora, tienen el mismo trabajo, viven en el mismo barrio o interactúan con las mismas personas todos los días y disfrutan de esa estabilidad.

Entiendo que cuando uno tiene ciertas responsabilidades que atender, hay horarios para todo y que esos hábitos sirven para organizarse, pero a la vez te estructuran y te encierran en una inercia que se puede volver desgastante y aburrida. Sin darnos cuenta o a veces en forma consciente, repetimos acciones que en definitiva no elegimos, sino que “hay que hacerlas” para poder cumplir con esa premisa de vida que elegimos en un algún momento de nuestra vida.

Lo cierto es que yo por mi personalidad inquieta y ansiosa, tengo cierto rechazo a ese tipo de repeticiones o lo veo como algo monótono que se sostiene en el tiempo y pierde frescura. Me suele generar un estado de confort en un principio porque me posiciono en un lugar “seguro”, pero no me produce esa adrenalina que me hace sentir vivo y que me saca del contexto que vivo para atravesarme por completo, emocional y espiritualmente. Por eso es que me gusta poner en duda el concepto de lo “eterno” o “para toda la vida” ya que si pierde dinamismo puede ser es una idea condicionante.

Busqué en el diccionario la palabra rutina y encontré dos definiciones:

  • Por un lado lo describe como “una costumbre o hábito adquirido de hacer algo de un modo determinado que no requiere tener que reflexionar o decidir”, casi como algo automático y repetitivo en lo que uno no tiene poder de decisión, visto de esa manera claramente es algo que no quiero para mi vida.
  • La segunda definición me parece más interesante ya que lo define como una “habilidad que es únicamente producto de la costumbre”. Acá ya lo describe más como una virtud que como algo negativo. No cualquiera tiene esa habilidad de adquirir la costumbre de realizar una misma acción reiteradas veces con un objetivo y sostenerla.

Este análisis y mi propia experiencia personal me llevaron a darme cuenta que no necesariamente es malo tener una rutina, siempre y cuando ese hábito esté asociado a sentirse bien física y emocionalmente (por ejemplo: ejercicio físico, alimentación, buen descanso) o cumplir una meta en particular. Observé además que yo realizo ciertas actividades hace mucho y las sostengo con mucho amor, porque me gustan y me hacen bien.

En conclusión, lo que verdaderamente me cansa no siempre es la acción de repetir algo sino el tipo de actividad que tal vez no me gusta y me cuesta sostener en el tiempo. La rutina no tiene porque ser monótona y aburrida sino que puede ser dinámica, positiva y producir satisfacción mientras la realizamos y al momento en que vemos cumplir nuestros objetivos.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Uno ELIGE siempre. Esta en UNO en hacer que esa rutina, habito MONOTONO no sea aburrido, pesado. No veo mal a la rutina siempre y cuando tenga un condimento "picante", "sabroso", "seducor". Uno mismo es el diseñador de los propios habitos, vicios, ciclos. Aveces hay sorpresas inesperadas a las propias rutinas y elecciones, son parte de este andar. Elegir, andar y seguir. Todo lo que UNO construye se hace camino al andar...

Unknown dijo...

Doris B!

Unknown dijo...

La rutina agotadora, aburrida y monótona que nos lleva a alejarnos de las cosas imprevistas y espontáneas de la vida.

Estefanía Mbá dijo...

Me gusta cómo has enfocado el post. También es verdad que el concepto de rutina está muy desgastado, siendo que no necesariamente todas las rutinas son malas o no se pueden disfrutar (como señalas al final).

Cabrónidas dijo...

Solo te puedo decir: In grind we trust escuchando a Defecation.