viernes, 18 de septiembre de 2020

El verdadero valor del dinero

Cuando era chico algunos familiares me regalaban plata para mi cumpleaños. Desde ese momento, mis papás me enseñaron que es importante ahorrar para poder progresar y la vida por momentos me fue confirmando esa teoría y por otros no. Todo esto, me llevó a preguntarme: ¿qué hacemos con ese bien material que podemos acumular y a qué precio?. ¿Cómo encontramos el equilibrio entre lo que dejamos de hacer y el costo real de ese dinero?

No pertenezco a una familia que le sobra la plata, somos 3 hermanos y mi padre siempre fue un “laburante” independiente, ambicioso y emprendedor. Un comerciante constante que supo entender los contextos y elegir los momentos. Mi madre docente profesional y de vocación: lo pude ver en sus ojos cuando volvió a trabajar de maestra después de estar en casa cuidándonos durante varios años. Mis abuelos vinieron de Italia como tantos otros después de la guerra y empezaron de cero, sin nada y superando todo tipo de adversidades que les impuso la vida en un país ajeno al suyo.

Lo cierto es que toda esta introducción me pareció interesante para darle un contexto a lo que quiero contarles relacionado a la plata y su valor porque creo que está directamente asociado. A los 19 años conseguí mi primer trabajo rentado como docente en el colegio secundario al que iba y cobré mi primer sueldo. Sería difícil describir la sensación de alegría y orgullo que sentí en ese momento, ya que comprendí lo que significaba ganar plata por mi mismo y fruto de mi propio esfuerzo. Con ese dinero me compré un bolso tipo “maletín” que me gustaba hace tiempo y usaba para ir a trabajar o a la Universidad.

A partir de aquel momento me transformé en una persona libre e independiente que tenía la posibilidad de emplear el sueldo en lo que quería. Mis padres me daban la oportunidad de no tener que aportar dinero en mi casa. Por eso, si bien la línea de comportamiento siempre fue el ahorro, trataba de darme ciertos gustos cotidianos que antes no me permitía por depender del dinero de otras personas. Si tenía ganas de comprar una gaseosa me la compraba, siempre y cuando no pierda cierto equilibrio entre lo que quería ahorrar y lo que quería usar.

Luego de cierto tiempo de estar en ese puesto, sentí que que tenía que dedicarle más energía a la facultad, dejé de trabajar e intenté avanzar los estudios. Pero no me funcionó del todo esa decisión porque entré en una etapa en la que no me sentía motivado y no encontraba mucho el rumbo. Hasta que un par de años después conseguí un trabajo de mitad de tiempo por la Universidad y volví a sentir esa sensación que extrañaba.

La vida siguió y en gran medida por el impulso de mis amigos comencé a viajar, conocer diferentes lugares y culturas y mi ahorro iba destinado a esas cosas. Esto me brindó la posibilidad de entender que existen distintas maneras de ver lo que nos pasa, a “sacarme de contexto” en todos los sentidos. A vivir momentáneamente otras realidades y en entornos diferentes y con personas distintas. Esto le puso un valor diferente a ese ahorro. Lo empecé a ver como algo más motivador y  genuino.

A partir de esa experiencia descubrí que el dinero tiene el valor que nosotros le damos más allá de lo que pueda definirnos la economía predominante. Existe una decisión diaria sobre en qué queremos destinar nuestro dinero cuales son nuestras metas para usarlo. Y existe una necesidad económica según la situación personal. En mi caso puntualmente me produce más satisfacción usarlo para ese tipo de cosas porque tengo resueltas mis necesidades básicas. Lo importante creo yo es encontrar el mejor destino de nuestros ingresos, según las prioridades que tengamos y la condición en la que nos encontremos.

Por sobre todas las cosas aprendí que la plata que gané a partir de mi propio esfuerzo tenía un valor diferente a aquella que me regalaban de chico. Y al mismo tiempo entendí la importancia de ese regalo que recibía, que me brindó la posibilidad de replantearme lo que pasaba desde una posición diferente. La sensación de libertad y satisfacción que tuve aquella vez que cobré por primera vez fue única y me demostró lo importante que es tener la oportunidad de trabajar, pero más que nada me hizo confiar en mí, sentirme valioso para el mundo en general y me hizo vivir en carne propia el resultado de mi constancia y dedicación.


®JAM® Seguime en IG: @javimusi para enterarte cuando publico nuevos textos.


4 comentarios:

Estefanía Mbá dijo...

Como siempre, agradable leerte. He sentido hasta nostalgia por algunas experiencias parecidas que me han venido a la mente. Lindo post!

Estrella Pisa dijo...

Un post de lo más motivador e interesante, Javier. Reflexiones como la tuya nos ayudan a resituarnos en nuestro espacio y a reconsiderar muchas cosas. Todo lo que nos hace pensar, siempre nos acaba haciendo sentir un poco más libres.

Un abrazo.

Cabrónidas dijo...

Un trabajador concienciado es el esclavo perfecto.

Diegomusi dijo...

Sentirse valorado, conocerse y descubrirse para disfrutar y sentir placer de los logros es una gran enseñanza! Gracias por el post!